El pasado fin de semana este redactor estuvo corriendo la Marató de Barcelona y una semana después sigo con una sensación agridulce. Era la primera vez en tres años que corría la distancia fuera de Valencia y más allá de la emoción de cruzar la meta, lo vivido antes, durante y después de la carrera me dejó pensando en todo lo que el Maratón de Valencia hace bien… y que no debería perder. Porque si algo ha quedado claro, es que no todo vale por llenar inscripciones. En este artículo repasaré algunas situaciones que ya se me han repetido en varios grandes maratones y que no deberían ser referencia para Valencia: la subida de precios sin mejora real en los servicios, avituallamientos escasos, una bolsa del corredor decepcionante, la falta de baños o la masificación turística que puede empeorar la experiencia de los corredores populares. También te contaré lo qué sí hace bien Valencia y por qué merece mantener ese nivel.
La subida de precios continua, sin mejora en los servicios
Cada año es más habitual ver cómo las tarifas de inscripción en los grandes maratones se disparan. Lo preocupante no es tanto el precio —que cada uno puede decidir si pagar o no— sino la escasa mejora en los servicios a cambio. En la Marató de Barcelona, por ejemplo, el dorsal ha superado los 90 euros sin que eso se tradujera en una mejor experiencia. Muchos corredores se preguntaban qué estaban pagando realmente: ¿la camiseta? ¿el chip? ¿cerrar calles? ¿o simplemente el privilegio de correr en una ciudad con buen clima?
Valencia, por suerte, sigue manteniendo una relación más equilibrada entre precio e infraestructura. Aunque ha subido en los últimos años, la percepción general es que lo que se paga tiene un retorno tangible: una organización sólida, buenos voluntarios, zonas de animación y una logística bastante bien pensada. Sin embargo no debe despistarse ni «subirse al tejado» con medidas a al vanguardia como la anunciada unos días de cobrar 6€ por usar el guardarropa el día de la carrera.
Esto conecta directamente con otro punto crítico: lo que ocurre en carrera y en los puntos clave para los corredores.
Avituallamientos escasos y logística deficiente: ¿todo vale por el turismo runner?
Con más del 60% de inscritos extranjeros, algunas grandes pruebas están orientando cada vez más su organización al turismo deportivo. Eso no es malo en sí, pero cuando se hace a costa de la calidad del evento, sí genera frustración. En Barcelona, el número y calidad de los avituallamientos dejó bastante que desear. Vasos de agua en lugar de botellas, falta de geles o fruta, y zonas donde era complicado hidratarse sin parar completamente.
En Valencia, esto se ha cuidado mejor. El uso de botellas pequeñas en los puntos de hidratación, la colocación estratégica de los avituallamientos y la presencia de fruta y bebida isotónica han sido claves para que los participantes —locales o de fuera— sientan que están en una prueba de primer nivel. Si algo debe seguir haciendo la organización es poner al corredor en el centro, no al espectáculo turístico.
Esto se nota aún más en detalles pequeños que, sumados, marcan la diferencia. Como por ejemplo…
El enfado con la bolsa del corredor: menos por más
Una de las quejas más repetidas entre quienes corrieron en Barcelona fue la decepción con la bolsa del corredor. Camisetas de baja calidad, tallas agotadas incluso el día antes de la carrera, pocos o ningún producto útil para el maratoniano. Y al finalizar, una manzana, dos mandarinas y un vaso de agua del grifo como «recompensa». Bastante escaso para el esfuerzo de 42 km.
Esto se está convirtiendo en una tendencia: los corredores reciben cada vez menos por más dinero. Valencia ha sabido destacar justo por lo contrario. Sin tirar la casa por la ventana, se agradece que al menos haya coherencia: una camiseta con diseño y tallas adecuadas, snacks energéticos, y algo decente al cruzar la meta. No hace falta una mochila llena, pero sí que lo poco que se dé, tenga valor real para el corredor.
Y si la bolsa flojea, que al menos haya recursos básicos. Como, por ejemplo, baños.
El problema de los baños y la experiencia del corredor popular
Una de las imágenes más comentadas en redes tras la Marató de Barcelona fue la de decenas de corredores meando en fuentes y esquinas por la falta de baños portátiles. Se habla de solo diez unidades para más de 27.000 personas. Un despropósito que afectó especialmente a las corredoras, obligadas a buscar privacidad en matorrales o entre coches. Es un tema del que no se suele hablar… hasta que lo sufres.
En Valencia, este problema ha estado mucho más controlado en ediciones anteriores. Si bien siempre hay margen de mejora, la ubicación y número de baños químicos ha sido razonable, tanto en la salida como en zonas del recorrido. Que no se pierda esta buena práctica, porque mejora mucho la experiencia y reduce el estrés pre-carrera.
Y es que cuando hablamos de grandes cifras, también hay que preguntarse…
¿De verdad compensa la masificación?
Las grandes maratones han logrado atraer a miles de corredores extranjeros gracias al turismo, el clima y el ambiente. Pero eso también conlleva riesgos: masificación, saturación en puntos clave, colas para todo, y una pérdida de identidad de la carrera. Cuando el evento se vuelve más negocio que deporte, es normal que muchos corredores locales pierdan interés.
En Barcelona, esa masificación se sintió en la feria del corredor (caótica y pobre), en los cajones de salida, y en la meta. Si en Valencia se ha logrado mantener cierto equilibrio, es gracias a que la carrera no ha perdido de vista a su comunidad local y al corredor popular. Ojalá siga así: es la única forma de seguir creciendo sin perder la esencia.
Y precisamente por eso, conviene recordar…
Lo que sí cuida el Maratón de Valencia… y debe seguir cuidando
Valencia no es perfecta, pero ha demostrado que se puede crecer en participación y mantener un estándar de calidad alto. El trato al corredor, los detalles logísticos, el trabajo de los voluntarios, el ambiente en la ciudad y la capacidad de responder a imprevistos han hecho que muchos repitan año tras año. No es solo el circuito rápido o el buen tiempo lo que fideliza, sino la sensación de estar en una prueba cuidada.
Tras vivir la experiencia en Barcelona, lo tengo más claro que nunca: el Maratón de Valencia debe seguir destacando y siendo referencia nacional, siempre que no copie lo que no funciona.